sábado, 25 de julio de 2009

LA IMPORTANCIA DE LA CONSAGRACION

Todos los miembros de la Iglesia, como cristianos, participamos de esa misma preparación de la cual estamos hablando. Todos incluyendo al ministro, coros, e Iglesia nos sentaremos a la mesa del Señor a participar del pan y del vino. Así que todos tenemos la obligación espiritual de participar también de una debida preparación que nos ayude a adquirir la limpieza necesaria para poder estar en esta Santa Conmemoración.

El coro como corazón de la Iglesia puede ayudar mucho, y más adelante lo platicaremos, pero antes debemos recordar que como dijimos atrás, primero debemos consagrarnos debidamente antes de ofrecernos al Señor para colaborar en la preparación espiritual de nuestros hermanos. De tal manera que no es correcto salir a predicar, a invitar, ni siquiera cantar sin antes tener la plena conciencia de que hacemos un trabajo espiritual, en el cual está presente, si lo hacemos correctamente y en todo momento, el Espíritu Santo del Señor. Si alguna palabra sale de nuestros labios para invitar a nuestros hermanos, ya sea hablada o cantada debe salir de un corazón limpio porque dice la Escritura ?el hombre del buen tesoro saca buenas cosas? pero, si en el corazón, que es el tesoro del que habla la Escritura solo hay cosas malas, aunque las palabras sean hermosas y la melodía también, suenan huecas y vacías y no producen ningún efecto, porque no es Palabra de Dios en nuestros labios, mas bien es palabra de hombre, cuando es Palabra de Dios tiene una garantía, ?no regresará a mí vacía? dice Jehová.

Entonces, hermanos. Es necesario que limpiemos nuestro corazón para que el Espíritu por Dios depositado en él, pueda hablar a través de nuestros labios y entonces sí, cuando queramos expresar alguna palabra de aliento será Dios quien abrirá los labios y surtirá el efecto necesario que el mismo Dios quiere en aquellas almas a las cuales nos dirigimos. Es aquí cuando realmente nos volvemos instrumentos de Dios, o más bien, instrumentos de justicia.

Ya vamos entendiendo. No podemos hablar de santidad si no la tenemos y no podemos invitar al arrepentimiento si no nos hemos arrepentido. Todo lo que queramos decir a nuestros compañeros y a todo lo que queramos invitar, debemos comenzar por nosotros mismos. ¡Pero esto no es mas que lo que debemos hacer aunque no seamos miembros de coro! Claro que no. El buscar la santidad no es obligación de ciertos sectores en la Iglesia. Porque así como dice la Escritura, que sin santidad ?nadie verá al Señor? es claro que TODOS debemos adquirirla. Así que no crean mis hermanos coristas que es un trabajo de más lo que tenemos, solo es lo básico, solo eso.

RECONCILIANDONOS
Existe una premisa en el cristianismo que no se puede pasar por alto. Aunque a veces la ignoramos debemos tenerla tan presente como tenemos presente de que Dios existe, que nos ama y de que nos quiere como a sus hijos: ?El que no ama a su hermano, está en muerte? (1ª Juan 3:14) y, ?si trajeres tu presente al altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu presente y entonces ven y presenta tu ofrenda?.
Vamos a dejar claro, muy claro este punto. Porque si no lo entendemos y lo ignoramos o lo entendemos a nuestra manera y eso nos pone en una situación bastante seria. Podemos estar alabando al Señor y El lejos, muy lejos de nosotros.

Veamos:

23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Mateo 5:24

Fijémonos que no dice: ?si tienes algo contra tu hermano? sino todo lo contrario ?si tu hermano tiene algo contra ti?. ¿Qué significa todo esto? Que aunque uno no le haya ofendido debe uno ir a buscarle y volver en amistad, es decir, reconciliarse. Es posible que no nos hayamos dado cuenta y le hayamos ofendido al hermano o hermana y él esté molesto con nosotros. O es posible que no le caigamos bien como a veces suele suceder, lo que pasa en su corazón sólo Dios lo sabe, pero debemos nosotros hacer como nos dice Jesucristo en su mandamiento, dejar nuestra ofrenda allí e ir a ver a nuestro hermano. Si no es así, indefectiblemente, por hermosa que sea nuestra ofrenda. EL no la recibe. Alguien diría entonces: ?pero si la hermana(o) me es indiferente? o también ?el hermano(a) ni para bien ni para mal?. Expresiones como esta suelen abundar cuando se habla del tema. No hermanos, recordemos al Maestro en su determinante exposición de la Palabra revelada por el Padre:

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como Yo os he amado? Jn. 13:34


Y después su Apóstol Santiago concluye que no hacer el mal está bien, pero más mal está en no hacer el bien cuando se sabe hacerlo. El mandamiento es AMAR, el no amar, que en este caso se entiende como la INDIFERENCIA HACIA los hermanos nos es pecado. Si no amamos al hermano y nos es indiferente, entonces, si vive o muere nos da lo mismo, porque ni ?para bien, ni para mal?. Casi casi para nosotros está muerto, NO LE AMAMOS y dice claramente Juan en su carta, ?el que no ama a su hermano está en muerte? o muerto mas bien, y si estamos muertos no alabamos a Jehová, porque los muertos no le alaban, ya que él no es un Dios de muertos, sino de vivos.

Y cuántos de nosotros cantando a todo pulmón en el templo, sin darnos cuenta de que Dios realmente no recibe nuestros presentes. Porque si no amamos a nuestros hermanos delante de El estamos muertos. Ahora, hablar del odio y rencor está por demás, eso ya entendemos que tan grave es y como nos afecta en la relación con Dios. Hermanos, vayamos pues a reconciliarnos con nuestros hermanos, ?procuremos la paz con todos? hasta con los ?otros gentiles? para que ellos vean nuestras obras buenas y alaben a Dios por ello y vengamos con toda libertad a doblar nuestras rodillas delante de nuestro Dios quien seguramente, estará presto a escuchar nuestras plegarias y presto también a responderlas.

Bien. Ahora si, oremos, cantemos, hablemos de Dios, de Cristo, de su perdón, pidámosle a Dios de su ayuda con lágrimas, agradezcámosle su ayuda, sus favores y misericordias, sabiendo que en todo momento EL nos oye. Entonces y sólo entonces la consagración es verdadera y eficaz. Ya estamos listos para continuar con el trabajo coral espiritual.

LA COMUNION CON DIOS...

... se refleja al cantar.
¡Qué hermoso es cantar cuando tenemos comunión con Dios! Nuestras alabanzas fluyen de nuestros labios, son escogidas tan acertadamente que no se puede dudar de que la Mano de Dios nos ayuda en todo momento a hacerlo con espiritual precisión. Los hermanos sonríen las hermanas llegan contentas, hay un especial interés para llegar puntuales o antes de la cita del coro, se levanta uno con alegría y hay una preciosa paz y tranquilidad en el corazón.

Cuando se comienza a cantar, se siente algo en el ambiente, pero no son las flores que adornan el altar, ni tampoco la limpieza de nuestros uniformes o el perfume que nos ponemos en la ropa. ¡Es Dios! Es Dios que se pasea entre nosotros y nos llena el corazón y llena todo lo que hay en ese momento. Los hermanos que nos oyen abren sus labios en palabras que glorifican el nombre de Jesucristo, y a veces hasta lloran. ¡Cómo no habría de ser así si donde hay armonía y los hermanos viven como un solo cuerpo, ?allí envía Jehová bendición y vida eterna?! Salmo 133:3

Aquí es cuando nuestros himnos tienen un alcance eficaz. Llegan por gracia ante el trono del Cordero, y Dios mismo se alegra con su Pueblo, con el pueblo tan amado de El, aquel pueblo por el cual SU Hijo diera la vida en inigualable sacrificio. Cada himno que cantamos lleva un mensaje, ya sea de alabanza o también de una franca invitación a acercarse más a Dios. Las melodías son preciosas, cierto, pero no hay belleza que se pueda comparar cuando esas notas musicales que salen de corazones en comunión, van acompañadas del Espíritu Santo de Dios. Surten efecto por donde quiera que van y como la Palabra de Dios, no regresa vacía de donde salió. Y no me refiero a que regresa a nosotros los coristas. Esas hermosas expresiones salieron de Dios a través nuestro y regresarán también a El y no vacías, regresarán con el sentir de las almas que nos oyeron, con el ferviente deseo de servirle, de acercársele, de pedirle perdón y de volver en comunión. ¿Verdad que es maravilloso cantar con el Espíritu?

De esta manera, cuando Dios está en nosotros y se manifiesta en nuestras alabanzas, todos nuestros himnos tienen sentido, cantamos inspirados. Y si cantamos un himno de esperanza, nosotros primeramente y después la iglesia fortalecen esa confianza en que tenemos un lugar no hecho de manos a donde algún día iremos, también a confiar en que más adelante con seguridad saldremos adelante de nuestras pruebas y tribulaciones, aún en esta vida. Si entonamos un himno de llamamiento, ¡cuántos no se verán motivados a reconsiderar sus vidas y a regresar cual hijos pródigos al Padre que una vez los hizo sus hijos! Esto, queridos hermanos es SER CORAZÓN. El Corazón de la Iglesia.

NO cabe duda que buscando primero el Reino de Dios... después nos viene todo lo demás... aún sin pedirlo.

(Extraído de la pagina de “Coro de Veracruz”)